Hoy más que nunca, valoremos la amistad.
Hace una semana atendí en terapia a un hombre que llegó destrozado ante la muerte de uno de sus mejores amigos. Murió a causa de un asalto fuera de su casa, los delincuentes le dispararon solo por quitarle unas cuantas pertenencias. ¡Que dolor tan desgarrador! ¿Cómo entender esto que pasa tan a menudo en nuestro país?
Este caso que les comento, así como la muerte de tantas personas cercanas por la pandemia ha despertado en mí un nivel de consciencia diferente, he reflexionado con mucha añoranza acerca de la amistad; justo ahora que estamos iniciando el mes de febrero donde se celebra el día del amor y de la amistad quise escribir una breve reflexión sobre la amistad, especialmente como homenaje y agradecimiento a mis amigos.
No me considero una persona de muchos amigos ni de eventos sociales frecuentes; disfruto mucho de mis espacios de privacidad, realmente me gusta estar conmigo. Actualmente tengo muchos conocidos y pocas amistades profundas. ¡De verdad que son muy, muy pocas… pero tan profundas y sinceras que no dudo de su amor ni un poco!
Nunca me había puesto a pensar en mis amistades con tanto detalle y menos en darles las gracias por cada evento que han pasado a mi lado; tengo amigos desde hace más de 25 años, así como los que se han ido sumando en el camino, realmente son personas tan increíblemente valiosas para mí que no acabaría de agradecerles todo lo que han hecho.
Creo que la amistad es realmente un acto de fe. Es depositar toda tu confianza en alguien apostando a que no te va a defraudar, que no te va a mentir y tampoco a traicionar, estará contigo en las buenas y en las malas; no saldrá corriendo ante el primer desencuentro o cuando llegue a conocer la peor versión de ti por tus historias de dolor, por tus experiencias difíciles de vida o por tus defectos de carácter. Un amigo es alguien a quien le puedes contar mil veces la misma historia sin que se canse, alguien que te hace reír o que te hace llorar, y que pase lo que pase, siempre va a volver después de una larga discusión o un gran enojo.
Sí, hablo de esos amigos que conocen tu cara lavada y tu peor facha de depresión de fin de semana, que te escuchan cuando tu pareja te dejó, perdiste el trabajo o simplemente te sentiste terrible por que tu familia hizo algo que te lastimó.
Esos amigos que te acompañaron a ese funeral que no quieres recordar, que estuvieron contigo en ese divorcio de miedo que viviste o en esa separación tan dolorosa, aquellos que estuvieron presentes en un diagnóstico médico que no querías escuchar o al lado de esa cama de hospital ante una cirugía que temías transitar.
Ellos, tus mejores cómplices de vida, son los que te acompañan en los peores y mejores momentos, los que están contigo en esa boda espectacular de ensueño, los que asisten a tus cumpleaños y celebran contigo esa graduación o ese tan esperado contrato de trabajo. Aquellos que se ponen felices por tu nueva relación o que te acompañan a ese viaje tan anhelado. Esos amigos que festejan contigo el nacimiento del primer, segundo o tercer hijo, que siempre están presentes en la salud y en la enfermedad.
Es una fortuna contar con esos amigos que permanecen a tu lado, aun conociendo tus defectos e incompetencias, no te juzgan duramente por haberte equivocado ni te sueltan de su mano. Amigos con los que puedes mostrarte tal cual eres sin temor a que te evalúen o descalifiquen, a los que puedes regresar una y otra vez sin que te recriminen.
Esos amigos que elevan una oración por ti para que Dios te favorezca en alguna decisión o situación difícil, a quienes puedes llamar en la madrugada solo para decirles que no puedes dormir y que necesitas hablar; con los que puedes reír a carcajadas de un mal chiste o puedes llorar por horas en un mal momento.
A ustedes mis amigos, que van a leer esto; saben cuánto los quiero, extraño y necesito. Por el momento no puedo verlos físicamente, pero a cada uno de ustedes les digo GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS. Los amo profundamente, estoy aquí también para ustedes con todo mi amor y mi alma, hoy los valoro enormemente más que nunca.
A ti que te llegó este blog y que lo estas leyendo, no dudes en decirle a tus amigos todo lo que les agradeces por estar contigo en lo mejor y peor de tu vida. Te invito a que tomes el teléfono, escribas un mensaje o envíes un correo expresándoles lo mucho que los amas, agradeciéndoles por ser y estar en tu vida. En estos momentos en particular, toma especial sentido hacerlo ahora. Mañana puede ser tarde. ¡Hazlo ya!
Cuando todo este momento de enfermedad pase celebraremos el amor, la vida, la amistad, dando gracias a Dios por habernos ENCONTRADO y por haber COINCIDIDO.
Feliz mes del amor y de la amistad
En memoria de aquellos amigos que ya no están con nosotros
Los amo entrañablemente,
Zulma Pacheco
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