"No sabemos cómo las cosas son. Sólo sabemos cómo las observamos y cómo las interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos." Rafael Echeverría.
Recuerdo en 2016 con mucha alegría y precisión mi viaje a Vancouver, fueron diez días maravillosos en ese país, realmente un lugar espectacular. Todo comenzó con una invitación que me hicieron para ir a tomar un entrenamiento en la Ciudad de Victoria, British Columbia, sobre competencias esenciales de liderazgo para después implementarlas en la empresa donde estaba trabajando en México. Realmente ha sido de los mejores viajes que he realizado, especialmente porque me acompañaba mi hija.
Preparamos con gran detalle todo lo que llevaríamos, compramos ropa y accesorios porque era temporada de frío y me interesaba dar una muy buena impresión con directores corporativos de la empresa. Y por fin llegó el día, salimos muy temprano al Aeropuerto de la Ciudad de México nuestra hora de salida era a las 5:30 a.m , una vez en el avión, minutos después del despegue y con la mayoría de pasajeros dispuestos a dormir durante el vuelo, comencé a hacer una lista mental para checar si no habíamos olvidado nada; prácticamente ya todo el avión estaba en silencio, con las luces casi todas apagadas. Cuando de repente, bajé la mirada hacia la cintura de mi hija y algo llamó mi atención. ¡Oh por Dios! ¿Qué era lo que estaban viendo mis ojos? un horrible cinturón viejo, sucio, tenía un color azul casi gris de lo desgastado que estaba y no pude contenerme, entonces vino a mi la famosa frase irónica de toda madre llena de ira en un lugar público… Hija dije con voz baja, ¿No tenías un cinturón más viejo?, ¿Cómo es posible que te hayas traído eso tan horrible? .
Mi hija sorprendida miró hacia el objeto horroroso del que le hablaba, y tomando el cinturón me contestó ¿te refieres a esto?, claro le contesté, Mamá es el cinturón del asiento del avión no es mío, yo no tengo la culpa de que éstas cosas estén tan feas. Las dos nos miramos con un aire de complicidad y soltamos de las carcajadas más sonoras que hemos tenido juntas. Imaginen la escena en el avión, todo en silencio y nosotras no podíamos parar de reír por la confusión.
Esta anécdota, me hizo traer a mi mente una de las frases transformacionales que ha tenido un alto impacto en mi vida personal y profesional, que escuché de uno de mis grandes maestros de Coaching Ontológico, Rafael Echeverría que mencionaba “No sabemos cómo las cosas son. Sólo sabemos cómo las observamos y cómo las interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos." yo solo podía ver desde mi asiento con la poca luz que había en el avión un cinturón que para mí era de mi hija y que yo consideraba horrible, sin embargo, estaba muy alejada de lo cierto.
Realmente este principio, me ha inspirado a preguntarme ¿qué está viendo el otro que yo no alcanzó ver? ¿será que hay una manera diferente de observar un evento o un objeto diferente al mío?, ¿será que el otro tiene algo de razón en la forma que él observa?, ¿será que yo no poseo la verdad absoluta al momento de decir cómo las cosas son?.
Nuestra forma de observar y ver la vida es solo nuestra. Lo anterior nos da la posibilidad de buscar más opciones y más colores que solo blanco o negro, solo así validando al otro como diferente a mi, podré dejar que el encuentro con otros me enriquezca. Nadie tiene las verdades absolutas, vivimos en mundos interpretativos.
Y si alguien cree que tiene la verdad absoluta y única pecará de arrogante, desde la arrogancia no se puede aprender a ser mejor, ni a crecer, ni a transformarse y vivirá de desencuentro en desencuentro.
¿Te permites observar al otro como legítimamente diferente a ti, con su propia contribución para mostrarte cosas que no ves? ¿sólo ves cinturones desgastados y sucios en tu vida como verdad absoluta?
Date la oportunidad de observar con apertura, la vida está llena de bellos colores y un gran abanico de posibilidades, cuando decides validar a los demás como diferentes a ti.
Vive la vida de forma que te nutra y que te construya para ser mejor.
Con cariño,
Zulma Pacheco
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